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¿Qué tanto hemos cavado?

A mucha gente no le gusta la serie animada Los Simpson, a mí si, dejan alguna enseñanza, por ejemplo, un capítulo llamado Homero Detective es brillante. Es el caso que un número de robos son cometidos en Springfield por "El Gato". Incluso los Simpsons y los Flanders, son robados. Se pierde el saxofón de Lisa, el collar de perlas de Marge, la TV portátil de Bart y, también su colección de estampas.

Para protegese, Homero Simpson arma su propio grupo de "policías", conformado por él mismo, Moe, Barney, Apu, Skinner y, después, Jimbo. El grupo, más que protector, es criminal, ya que golpean a un saxofonista pensando que tenía el saxofón de Lisa, destruyen una tienda y le permiten a Jimbo pintar una pared con aerosoles y golpear a otros con sacos llenos de perillas.
En una entrevista, Homero es acusado de los crímenes que comete su grupo, y en ese momento el "Gato" llama al programa para informar que robará el museo de Springfield, en donde está el "zircón más grande del mundo". Homero, que cuida el museo, ve a un grupo de adolescentes que están bebiendo e intenta detenerlos, pero como establece la lógica del programa, termina emborrachándose, y al no haber quien proteja el museo, el "Gato" roba cómodamente la gema.

Poco después, sobre el final del capítulo el ladrón es detenido, ya que el Abuelo Simpson revela que era un residente del Asilo para Ancianos, llamado Malloy. El Gato se gana el aprecio del pueblo con una actitud sociópata, el hombre muestra sus manos y están limpias, y devuelve las cosas robadas en Springfield, pero afirma que a lo largo de una vida de fechorías ha logrado un gran tesoro.

A Homero, Gorgory y otros del grupo de vigilantes abusivos se les hace agua la boca pensando en la posibilidad de quedarse con el botín, comienzan a juguetear con el ladrón, esperando que les diga dónde lo escondió. Indirecta va, indirecta viene, el ladrón les termina confesando dónde deben cavar si quieren hacerse ricos, un lugar marcado con una T. El pueblo entero busca, y cuando encuentran el sitio, los emprendedores se desloman tarde y noche, a pico y pala, en busca del tesoro. Llega un punto, avanzada la madrugada, en el que dan con un cofre, pero adentro sólo hay una nota, en la que el ladrón les avisa que no sigan cavando, que no existe tal tesoro y que ha aprovechado su ausencia para escaparse de la cárcel. Todos se miran a los ojos. Luego, miran a su alrededor y se dan cuenta de que han cavado tan profundo que ya no pueden volver atrás. No se puede escalar el pozo, y no hay nadie arriba que les tire una cuerda. Alguien pregunta: “¿Qué hacemos?”. Y Homero responde: “Pues seguir cavando”. La salida, el futuro, está más abajo, o quizá lo que tienen que hacer es “cavar para arriba”.

Esto me recuerda la posición de los conservadores, los que solo miran privilegios, los que solo miran que el antes fue mejor, los que creen que el futuro está cavando cada vez más. Son los decadentes de derecha.

También me recuerda la posición de los progresistas, que para derrotar a los sistemas cavan y cava hasta no poder salir ellos mismo del agujero que han cavado, son los socialistas de todos los siglos, lo populistas de todas las ideologías, que creen que todo lo van a solucionar, una vez logrados sus objetivos de destrucción, cavando para arriba. Son los decadentes de izquierda.

Hablar de esto es de mala leche, es buscar enemigos, es una madrugada de resaca, es algo que deprime, pero se debe hablar. Ambos grupos podemos englobarlo en un único conjunto, los de la decadencia moral.

Hay un tango de Enrique Santos Discépolo que me gusta, Siglo XX Cambalache, con una profundidad filosófica y una aún más profunda capacidad de ver al futuro. No solo se trata que el mundo fue y será una porquería, Discépolo está convencido de que su época, 1934 es la peor, para él es un despliegue de maldad insolente, un revoltijo de merengue, barro y manoseos en el que se han perdido las jerarquías que separan a los profesores de los burros, a los generosos de los estafadores y a los buenos señores de los delincuentes. Pero más que ver su época, Discépolo vio el futuro, donde todo se relativiza, “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao....”

En cuestiones de moral, parece que el Siglo XXI está siendo peor que el XX. Todos están cavando un gran agujero. Todos quieren hacerse ver, por supuesto criticando unos a otros, la izquierda a la derecha, la derecha a la izquierda, los no políticos a los políticos y los políticos hacen circo pero no dan pan. Alguien come melaza y es criticada como lo peor, otra bebe y hace beber agua del rio más contaminado y nadie dice nada. Unos hacen tregua con las pandillas y acusan a su oposición de hacer lo mismo, si lo hacen ellos es bueno, si lo hacen otro es malo, lo peor es que han logrado convertir a la oposición en pandilleros y la oposición, no es oposición. La tregua obligó a los alcaldes a trabajar con pandillas, pero ahora se castiga a los alcaldes, no a los que hicieron la tregua.

El Ministerio de Trabajo fomenta el trabajo para pandilleros o personas por sus decisiones de género, no de sexo, y deja a los morales sin trabajo. Unos roban y su excusa es que, a su juicio, otros robaron antes “¡Pero qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!”, incluso se ha hecho creer de manera absoluta que ser empresario, médico o abogado es malo y que no hayan aplazados es bueno. Hemos escuchados frases como la de “infidelidad responsable”. Todos tiramos basura a la calle sin sentir vergüenza, y si conducimos, es la ley del más fuerte o del más astuto o más “animala” pero le pitamos un insulto al que es aún más abusivo y nos gana la partida. Definitivamente estamos llenos de incoherencias inmorales.

En conclusión, traduciendo a Discépólo, “¡No pienses más, sentate a un lado, que a nadie importa si naciste honrado! Es lo mismo el que trabaja noche y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley.

Queremos una nueva historia que concuerde con nuestra ideología olvidándonos de nuestros héroes y mártires. Creemos que la cultura es instrumento de conquista o revolución, lo que nos ha llevado a una decadencia cultural, hay quien dice que “¡Adentro Cojutepeque! fue el grito de guerra de los pipiles y que Mozart y Bach les da asco porque es música de un imperio decadente. Hemos cavado hasta convertir en un fantasma lo que llamamos cultura, espíritu, alma, todo lo que teníamos por bello y por sagrado.

Hemos cavado tanto como sociedad que hemos perdido los valores familiares, la decencia, el trabajo, el esfuerzo, aquello que “hagas lo que hagas, que siempre sea honrado y siempre trata de ser el mejor”.

Hemos convertido a la política como una razón de vergüenza, de circo, de payasos, la hemos hecho decadente e inmoral, ¡Otra vez esa palabra! Estamos creando el ocaso de nuestra democracia, y es que nada es como creímos que debía ser, ni la ciencia, ni la democracia, ni el trabajo, ni la vida misma, entonces cavamos y cavamos buscándolo como el tesoro de Los Simpson, y de tanto cavar hemos encontrado falsos valores, y armados de estos, nos burlamos de todos los valores positivos de la civilización actual, de los ideales de la persona racionalista y los juzgamos severamente, no solo hemos encontrado falsos valores, nos avergonzamos de los verdaderos valores, y tratar de no confundir los valores verdaderos de los falsos no es ser conservador, es ser decente. Hemos echado a andar una maquinaria de propaganda en la cual, los “puros” escuchan a los que se esconden tras las cortinas, y como analfabetos convencionalmente instruidos no hacen más que repetir los temas que se les dice, no piensan por sí mismo, sino por quienes les dictan cosas que parecen buenas, pero que… a veces no son tan buenas. Con las redes sociales en línea esto ha sido más fácil.

¿Y si la gente que actúa de estas formas tuviera razón? Espero que no, y lo digo por una razón, porque sin ser conservador me gusta lo bello, me gusta lo puro, me gusta lo decente, me gusta lo bueno y lo santo, y si esta gente tuviera razón, ¿qué más nos queda? ¿qué sentido tendrán las cosas? ¿cada uno va a armar a nuestra conveniencia, nuestros propios y exclusivos valores? Hoy resulta que ni somos mejores ni peores, pero parece que todos competimos o por ser peores o por hacer reír a más gente, porque en cada risa vemos un voto que genera poder.

Definitivamente hemos cavado tanto que no podemos salir, no encontramos quien nos lance una cuerda, también es definitivo que cavar más no es la forma de salir, y que tampoco podemos cavar hacia arriba. Por eso, entre todos, y con humildad debemos encontrar la solución.

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