Este es el título de un libro de Robert E. Kaplan y Robert E. Kaiser, y está dirigido al liderazgo empresarial, pero podemos extrapolarlo al liderazgo político.
Hay frases que se pueden trasladar a los políticos y que son lapidantes ante la actitud de muchos. Ejemplo de estas frases, no textualmente para que sea concordante con estas ideas son: Todos los políticos, con independencia de su posición jerárquica, tienden a abusar de sus virtudes. La voluntad del líder político de ser poderoso y directo con sus subordinados se convierte en una tendencia al abuso y a la exigencia desmedida. La insistencia en la búsqueda del consenso alimenta la indecisión crónica. El énfasis en el respeto por los demás degenera en amabilidad inútil. El deseo de obtener un beneficio y satisfacer a todos los sectores se convierte en una preocupación por el pensamiento de corto plazo. La conclusión es que el líder que siempre recurre a sus virtudes, que las lleva demasiado lejos, puede actuar de forma correcta, incluso positiva, pero a la larga es menos eficaz de lo que debería.
Kaplan y Kaiser establecen que extenderse en el uso de una virtud no solo la corrompe, también genera defectos. Los líderes se deforman y se ridiculizan al comprometerse con su virtud como única verdad, sino que en consecuencia ignoran la virtud contraria, el resultado es un liderazgo descompuesto, pues la desproporción de cualquier cosa, incluso de las virtudes, hace que se pierda porque impide el apoyo de su complementario.
Esto ya se discutía en tiempos de Aristóteles, quien afirmaba que lo que es bueno, virtuoso y efectivo en lo que se refiere al pensamiento y la acción está en el punto medio entre el exceso y defecto. Incluso el valor y la compasión deben ser en la cantidad justa dadas las circunstancias. Debemos entender que no hay una cantidad exacta de las virtudes, sino que su volumen debe subir o bajar de acuerdo con la situación.
Construir una imagen política asumiendo como propia la virtud de pulcro puede llegar a construir una imagen más allá de los límites éticos o peor aún, puede crearse una imagen de pulcro sin virtudes ni habilidades sociales.
Así como confiar ciegamente en el dinero como elemento motivador genera corrupción y destruye la cultura organizativa, confiar excesivamente en la pulcritud prístina de una imagen política, puede desencadenar la fuga de capacidad y experticia. Con esto tratamos de decir que no se debe fundamentar todo en el dinero, pero tampoco se debe descuidar a las personas.
También tener la virtud de ser un buen comunicados y tener mucho que decir hace perder la capacidad de saber cuándo callar por lo que pierden su audiencia ante su verborrea e incapacidad de escuchar a los demás.
El verdadero líder se cuida de sus virtudes, entiende que la vida es un dualismo permanente, el yin y el yang, el cielo y la tierra, el día y la noche, el agua y el fuego, lo activo y lo pasivo, lo masculino y lo femenino. Un líder debe enfrentarse ante la necesidad de ser autoritarios y ser facilitadores, de tener un enfoque estratégico y un enfoque operativo. Es la tensión dinámica entre ambos extremos lo que determina el éxito, “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre…”
El que considera que tienen algo de liderazgo, debe evitar que sus virtudes se conviertan en defectos, y por supuesto, tampoco hacer de sus defectos virtudes.
*Publicado en Opinión de diariolatino.net
Comentarios
Publicar un comentario