Lo ocurrido en Ecuador el 30 de septiembre de 2010 no ha sido un intento Golpe de Estado. No fue otra cosa que una revuelta originada por los mismos errores populistas del presidente ecuatoriano Rafael Correa.
El primer acto del teatro ecuatoriano se inició en la Asamblea Nacional de Ecuador, que brindaba en un decreto a los miembros de la policía ecuatoriana ciertos beneficios incluyendo los de tipo pecuniario. Se les estaba dando dinero y regalos a cambio de su lealtad, lo que tanto hemos visto en los gobiernos de izquierda actuales en toda Latinoamérica.
El segundo acto fue el veto presidencial. Por muy populista o socialista o desideologizado que diga ser un Presidente, al final se encuentra con un obstáculo imposible de salvar, la realidad, y es que por mucho que aumenten los productos con los que comercia o por muchos impuestos que ponga o aumente, esto tiene un límite, y se queda sin recursos. Al hacer números, el Presidente ecuatoriano se dio cuenta de la imposibilidad de los regalos.
Este veto enfureció a los beneficiarios del decreto vetado, que ya contaban con estas dádivas.
El tercer acto lo inició alguno o algunos de los enfurecidos, que ante lo perdido inició un acto de rebeldía. Si la lealtad se compra, al dejar de pagarla, la lealtad se pierde. La rebelión estaba en marcha, pero sin ideas, sin liderazgo, sin otra intención de expresar furia y hacer que el decreto de los regalos se cumpliera.
En este momento, el Presidente de Ecuador, que se cree un gran líder, imagina que con su presencia será capaz de resolver el problema y se presenta a razonar con la muchedumbre, ahora no únicamente formada por policías rebeldes, sino que por civiles, algunos familiares de los policías, los que nunca faltan cuando hay relajo y como la lógica indica, algunos políticos que han de haber tratado de pescar en río revuelto.
Correa, como mártir con bastón, descubre que sin dinero y regalos no es el líder que él creía ser y mira como la muchedumbre, primero no se amilana, tanto así que hasta una anciana le enfrenta cara a cara, y quien grita y gesticula descompuesto es el Presidente. Poco después una bomba lacrimógena estalla casi en la cara de Correa y este es llevado a un hospital, curiosamente, el de la policía, donde es resguardado por fuerzas leales que a su vez son rodeados por fuerzas rebeldes que más que una amenaza, parece que también son su protección.
El cuarto acto, el Presidente se aprovecha. Como no hay realmente un intento de Golpe de Estado, como no hay ningún liderazgo antagónico que enfrentar simplemente espera, en algún lugar hay un buen asesor.
Ocurre entonces lo que en cualquier revuelta, esta se va desvaneciendo poco a poco, y aplacados los ánimos, se desvanece poco a poco. Es en este momento que Correa sale del Hospital y no se le ve lastimado como se creía. Parece que los “maravillosos” médicos cubanos deben aprender de los ecuatorianos porque al Presidente no se le ve evidencia de agresión alguna.
Correa inicia una arenga de las que estilan estos hombres socialistas, dialécticamente vivaz, colorida, amenazante y propone a un culpable como ganancia, al Ex Presidente Lucio Gutiérrez. El Presidente, o quizá quien lo asesora, ha logrado cambiar una amenaza en oportunidad creando una renovada simpatía para su gobierno, tanto en el extranjero como en el mismo Ecuador y ha creado una antipatía contra los que representan al pasado.
Acto final. La obra de teatro ha terminado, una obra sin autor definido, pero con muchos actores, mucha improvisación y un mensaje que nadie quiere ver, mucho menos los políticos de todos los países aliados a Correa, que una vez se deja de pagar a los músicos, se deja de pedir la canción.
El primer acto del teatro ecuatoriano se inició en la Asamblea Nacional de Ecuador, que brindaba en un decreto a los miembros de la policía ecuatoriana ciertos beneficios incluyendo los de tipo pecuniario. Se les estaba dando dinero y regalos a cambio de su lealtad, lo que tanto hemos visto en los gobiernos de izquierda actuales en toda Latinoamérica.
El segundo acto fue el veto presidencial. Por muy populista o socialista o desideologizado que diga ser un Presidente, al final se encuentra con un obstáculo imposible de salvar, la realidad, y es que por mucho que aumenten los productos con los que comercia o por muchos impuestos que ponga o aumente, esto tiene un límite, y se queda sin recursos. Al hacer números, el Presidente ecuatoriano se dio cuenta de la imposibilidad de los regalos.
Este veto enfureció a los beneficiarios del decreto vetado, que ya contaban con estas dádivas.
El tercer acto lo inició alguno o algunos de los enfurecidos, que ante lo perdido inició un acto de rebeldía. Si la lealtad se compra, al dejar de pagarla, la lealtad se pierde. La rebelión estaba en marcha, pero sin ideas, sin liderazgo, sin otra intención de expresar furia y hacer que el decreto de los regalos se cumpliera.
En este momento, el Presidente de Ecuador, que se cree un gran líder, imagina que con su presencia será capaz de resolver el problema y se presenta a razonar con la muchedumbre, ahora no únicamente formada por policías rebeldes, sino que por civiles, algunos familiares de los policías, los que nunca faltan cuando hay relajo y como la lógica indica, algunos políticos que han de haber tratado de pescar en río revuelto.
Correa, como mártir con bastón, descubre que sin dinero y regalos no es el líder que él creía ser y mira como la muchedumbre, primero no se amilana, tanto así que hasta una anciana le enfrenta cara a cara, y quien grita y gesticula descompuesto es el Presidente. Poco después una bomba lacrimógena estalla casi en la cara de Correa y este es llevado a un hospital, curiosamente, el de la policía, donde es resguardado por fuerzas leales que a su vez son rodeados por fuerzas rebeldes que más que una amenaza, parece que también son su protección.
El cuarto acto, el Presidente se aprovecha. Como no hay realmente un intento de Golpe de Estado, como no hay ningún liderazgo antagónico que enfrentar simplemente espera, en algún lugar hay un buen asesor.
Ocurre entonces lo que en cualquier revuelta, esta se va desvaneciendo poco a poco, y aplacados los ánimos, se desvanece poco a poco. Es en este momento que Correa sale del Hospital y no se le ve lastimado como se creía. Parece que los “maravillosos” médicos cubanos deben aprender de los ecuatorianos porque al Presidente no se le ve evidencia de agresión alguna.
Correa inicia una arenga de las que estilan estos hombres socialistas, dialécticamente vivaz, colorida, amenazante y propone a un culpable como ganancia, al Ex Presidente Lucio Gutiérrez. El Presidente, o quizá quien lo asesora, ha logrado cambiar una amenaza en oportunidad creando una renovada simpatía para su gobierno, tanto en el extranjero como en el mismo Ecuador y ha creado una antipatía contra los que representan al pasado.
Acto final. La obra de teatro ha terminado, una obra sin autor definido, pero con muchos actores, mucha improvisación y un mensaje que nadie quiere ver, mucho menos los políticos de todos los países aliados a Correa, que una vez se deja de pagar a los músicos, se deja de pedir la canción.
Eduardo te felicito buena exposicion del teatro improvisado del gobernate Correa... sin ser ecuatoriano has logrado capturar la farsa colorida de estos titeres castristas.
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