Un movimiento político puede considerarse como un grupo o conjunto de grupos con semejanza de criterios, intereses y aspiraciones que se forman y funcionan con el fin fundamental de lograr el poder político. Para ser movimiento debe asociarse a una acción colectiva, a un discurso dinámico de las demandas y a la ratificación pública de las directrices.
Los movimientos políticos son variados pero deben tener en común algunas características consideradas fundamentales que los sitúan en causas políticas específicas. Es importante la asociación entre movimiento político y poder, lo cual excluye las revueltas y los motines que son dispersos y de menor alcance.
Un Movimiento Político, debe tener identidad, propósito, perspectiva, estructura interna y metodología propia para considerarse y ser reconocido como tal. Por la identidad se define todo aquello que es común a sus integrantes y que los ha motivado a asociarse. Esta identidad gira alrededor del propósito que los aglutina y articula intereses generales y específicos que precisan su naturaleza particular, y que expresa las aspiraciones que los individualiza y los diferencian de otros movimientos similares.
El objetivo primordial de un movimiento político es alcanzar el poder, esto significa tener condiciones de decidir sobre las políticas de Estado y su relación con la sociedad, e implementar, por la razón o por la fuerza, su propia visión del mundo.
Un movimiento político también se ubica en su lugar de acuerdo a la interrelación con los diferentes grupos políticos o sociales, estableciendo de esta manera los elementos que lo acercan a unos y que lo alejan de otros, que los identifican como aliados o adversarios o amigos o enemigos, todo en la búsqueda del poder y considerando las circunstancias, la coyuntura y las características del contexto.
La estructura interna, la organización del movimiento debe ser tal que pueda mantener la adhesión, intensificar la responsabilidad de las acciones y garantizar su estabilidad. Requiere de un líder o conductor, una minoría dirigente que se encarga de que el movimiento funcione como tal, y una mayoría que los sigue, los apoya y confía en ellos.
Los métodos de un movimiento político se refleja en el diseño de una estrategia a seguir para alcanzar el poder, en la formulación de uno o más planes estratégicos de acción en función de la correlación de fuerzas, y en la realización de acciones con las cuales pretenden alcanzar su finalidad (movilizaciones, marchas, protestas, negociaciones, propuestas, acciones de fuerza, pronunciamientos, etc.). Esto es lo que le da sentido de permanencia como movimiento y garantiza la existencia de un hilo conductor cuya ausencia negaría su condición de movimiento.
Los movimientos políticos pueden ubicarse como dentro o fuera del sistema. Los que se producen dentro del sistema pueden ubicarse al interior de un partido político, en cuyo caso, persiguen la meta inmediata de alcanzar el poder a nivel del partido; pero también pueden brotar al margen de éstos con la intención de llegar a convertirse en partidos políticos, o reunir los requisitos que le permitan participar en el juego político manteniendo su independencia de acuerdo a las circunstancias, limitando su existencia al proceso electoral. Este es el caso de las coaliciones de grupos y/o partidos que se desintegran una vez alcanzado el poder.
Por otra parte, los movimientos políticos que se producen al margen del sistema, incluyen a aquéllos cuya finalidad es la destrucción del Estado y/o cuya estrategia de acción se estructura al margen de la legalidad. Se ubican en esta tipología los movimientos políticos extremistas (guerrilleros, fundamentalistas, fascistas, racistas, terroristas, etc.).
Los movimientos políticos también pueden ubicarse como los que utilizan la vía violenta, la vía pacífica o la vía negociada, que viene a ser una combinación de ambas, con el objeto de alcanzar su objetivo o solucionar sus conflictos con otros grupos o actores.
La razón de ser de un movimiento político no se limita al objetivo de alcanzar el poder, sino que se ubica en el motivo que lo ha inducido a alcanzarlo o mantenerlo. Podemos decir entonces que un movimiento político alcanza su plenitud cuando posee el poder necesario para mantener, transformar o destruir al Estado.
Los movimientos políticos son variados pero deben tener en común algunas características consideradas fundamentales que los sitúan en causas políticas específicas. Es importante la asociación entre movimiento político y poder, lo cual excluye las revueltas y los motines que son dispersos y de menor alcance.
Un Movimiento Político, debe tener identidad, propósito, perspectiva, estructura interna y metodología propia para considerarse y ser reconocido como tal. Por la identidad se define todo aquello que es común a sus integrantes y que los ha motivado a asociarse. Esta identidad gira alrededor del propósito que los aglutina y articula intereses generales y específicos que precisan su naturaleza particular, y que expresa las aspiraciones que los individualiza y los diferencian de otros movimientos similares.
El objetivo primordial de un movimiento político es alcanzar el poder, esto significa tener condiciones de decidir sobre las políticas de Estado y su relación con la sociedad, e implementar, por la razón o por la fuerza, su propia visión del mundo.
Un movimiento político también se ubica en su lugar de acuerdo a la interrelación con los diferentes grupos políticos o sociales, estableciendo de esta manera los elementos que lo acercan a unos y que lo alejan de otros, que los identifican como aliados o adversarios o amigos o enemigos, todo en la búsqueda del poder y considerando las circunstancias, la coyuntura y las características del contexto.
La estructura interna, la organización del movimiento debe ser tal que pueda mantener la adhesión, intensificar la responsabilidad de las acciones y garantizar su estabilidad. Requiere de un líder o conductor, una minoría dirigente que se encarga de que el movimiento funcione como tal, y una mayoría que los sigue, los apoya y confía en ellos.
Los métodos de un movimiento político se refleja en el diseño de una estrategia a seguir para alcanzar el poder, en la formulación de uno o más planes estratégicos de acción en función de la correlación de fuerzas, y en la realización de acciones con las cuales pretenden alcanzar su finalidad (movilizaciones, marchas, protestas, negociaciones, propuestas, acciones de fuerza, pronunciamientos, etc.). Esto es lo que le da sentido de permanencia como movimiento y garantiza la existencia de un hilo conductor cuya ausencia negaría su condición de movimiento.
Los movimientos políticos pueden ubicarse como dentro o fuera del sistema. Los que se producen dentro del sistema pueden ubicarse al interior de un partido político, en cuyo caso, persiguen la meta inmediata de alcanzar el poder a nivel del partido; pero también pueden brotar al margen de éstos con la intención de llegar a convertirse en partidos políticos, o reunir los requisitos que le permitan participar en el juego político manteniendo su independencia de acuerdo a las circunstancias, limitando su existencia al proceso electoral. Este es el caso de las coaliciones de grupos y/o partidos que se desintegran una vez alcanzado el poder.
Por otra parte, los movimientos políticos que se producen al margen del sistema, incluyen a aquéllos cuya finalidad es la destrucción del Estado y/o cuya estrategia de acción se estructura al margen de la legalidad. Se ubican en esta tipología los movimientos políticos extremistas (guerrilleros, fundamentalistas, fascistas, racistas, terroristas, etc.).
Los movimientos políticos también pueden ubicarse como los que utilizan la vía violenta, la vía pacífica o la vía negociada, que viene a ser una combinación de ambas, con el objeto de alcanzar su objetivo o solucionar sus conflictos con otros grupos o actores.
La razón de ser de un movimiento político no se limita al objetivo de alcanzar el poder, sino que se ubica en el motivo que lo ha inducido a alcanzarlo o mantenerlo. Podemos decir entonces que un movimiento político alcanza su plenitud cuando posee el poder necesario para mantener, transformar o destruir al Estado.
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