Un medio de comunicación en línea publicó este 6 de marzo de 2013, ante la noticia del fallecimiento del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, "El Cáncer Derrotó al Poderoso Presidente de los Pobres". Nuestra intención no es la de referirnos a la vida y muerte de ese personaje, sino establecer que ese es el problema de ciertas políticas, las que se propugnan en nombre de los pobres.
La distinción entre ricos y pobres ha permitido la supervivencia, no tanto ideología sino instrumental, de los socialistas, con el objetivo de obtener y mantener el poder.
Fracasado el socialismo soviético, los socialistas tuvieron que revisar sus postulados, pero nunca se salieron del discurso virulento sobre la desigualdad económica, debido a que era las ramas más fuertes de donde podían aferrarse. Esto es lógico, puesto que la pobreza es el espacio más propicio para desplegar la demagogia y justificar el intervencionismo.
En su revisión crearon al Socialismo del Siglo XXI, y entonces realizaron una triple identificación, la del pobre – trabajador – bondadoso, en oposición de su particular “eje del mal”, el rico – capitalista – malvado, el representante del “imperio”. Una vez establecido el dogma, los socialistas debían únicamente preocuparse por perpetuarlo, puesto que el conflicto debe siempre permanecer, y para ello no encontraron mejor arma que la intervención pública, la asistencia paternal del Estado. Dicho de otra manera, ante la pobreza, caridad, únicamente caridad, como la de regalar dinero o uniformes. Si fueran más allá de la ayuda a los pobres, encontrarían la solución del problema, la superación del conflicto. Convertirían a los pobres en prósperos, pero con ello, llegarían a la sin razón de su discurso.
Los socialistas del siglo XXI están más preocupados por la tranquilidad de su conciencia y el logro de sus ambiciones que por la eliminación de la pobreza, la solución socialista ante la escasez empieza y acaba en la limosna. Podría decirse que lo que ocurre es que estas personas no pasan más allá de la bondadosa ingenuidad de quien, incapaz de aportar soluciones, sólo ven al alcance de sus posibilidades, o de sus neuronas, como aliviar, al menos temporalmente, las necesidades ajenas con sus limosnas.
El problema del Socialismo del Siglo XXI surge cuando se ve obligado a desvirtuar el concepto de miseria para mantener su andamiaje, entonces elimina el concepto de necesidad a favor de una categoría única, la pobreza, la que encajonan como referente negativo en oposición a la riqueza. Ahora únicamente es necesaria la existencia de alguien más rico para ser considerado pobre, y utilizan diferencias como la marca del automóvil, las pulgadas del televisor, o si es de formato antiguo, pantalla plana, plasma o LCD, o pueden evaluar los ingredientes del almuerzo como índices suficientes para medir el enfrentamiento clasista.
Pero esto es una perversión debido a que origina un desequilibrio social importante, la existencia entre necesitados y no necesitados, y se hace únicamente en virtud del rendimiento político y el vacío ideológico. Porque para el mendigo hambriento y el oficinista con una hipoteca, el Socialismo del Siglo XXI plantea una misma respuesta, la intervención estatal, que ni alimenta del todo al primero ni alivia en mucho al segundo, pero eso sí, les permite emplear la demagogia en el debate.
El proceso es algo como esto: ante los beneficios que, por ejemplo, un servicio de salud privado puede otorgar a los trabajadores, los socialistas del siglo XXI saltan inmediatamente reclamando también asistencia al mendigo, la que debería dar el Estado, y como hay lógicas diferencias entre el servicio privado y el del Estado, acusan que se está excluyendo a un sector de la sociedad, y como esto no puede ocurrir, y como es correcto ayudar al mendigo, se reafirma la bondad del intervencionismo generalizado, olvidando que el concepto de necesidad es circunstancial y solucionable. Un caso palpable que está acarreando graves problemas es el de los medicamentos con la Ley correspondiente.
Por esto es que prefieren generalizar la pobreza permanente como un mal incorregible cuya única salida es la limosna estatal. El objetivo no es solucionar la miseria, sino hacerla sostenible, y mediante la intervención del Estado, limpiar la sangre sin curar la herida, generando así un agradecimiento cautivo que les permita victorias políticas, sin que haya un auténtico desarrollo de la población y sin que la superación de la pobreza elimine la base que les sostiene en el mando, pero eso es inconveniente para cualquier nación un gobernante de los pobres.
Para el Socialismo del Siglo XXI es necesaria la pobreza como elemento necesario del enfrentamiento social, por eso la alimentan. Los socialistas del siglo XXI encuentran en la pobreza la razón de su existencia, probablemente su única razón de peso ante la prueba histórica de que como modelo de gestión, cualquier socialismo, de cualquier siglo, es un fiasco y eso lo estamos viendo los salvadoreños con el actual gobierno de Mauricio Funes y el fmln.
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